Mi experiencia en educación física...
Según
los comentarios de mis padres, abuelos y familiares más cercanos, en mi niñez
era una niña bastante miedosa. Mis primeros pasos no se dieron hasta los 18
meses y recuerdan como me desplazaba por la casa realizando tramos muy cortos
y, eso sí, teniendo bien asegurado cualquier punto de apoyo en cada una de las
metas que me marcaba.
En el
periodo de escolarización de la escuela infantil recuerdo tener verdadero
horror a los grandes columpios de los cuales disponía el patio. No obstante, no
recuerdo ningún momento dedicado a actividades psicomotrices ni materiales de
este uso dentro de la escuela.
Este sentimiento de miedo siguió al pasar al
segundo ciclo de educación infantil. Prefería jugar a correr, saltar,
trepar…evitando siempre aquellas instalaciones que eran utilizadas para
engancharse por los pies y ponerse boca abajo o las típicas barras para dar
volteretas.
Mis
padres en todo momento proponían actividades de ocio con un carácter motriz
como hacer excursiones de senderismo, ir en patines, montar en bici,…No
obstante mi verdadero horror eran las volteretas, y es en esto donde recuerdo
mis peores momentos en educación física en la etapa de infantil. Recuerdo el
gran entusiasmo de mis compañeros ante esta actividad al igual que yo recuerdo
mi gran temor cuando llegaba mi turno en la fila, apoyaba la cabeza y el
maestro me agarraba por los tobillos y me
impulsaba hasta dar la voltereta. Este miedo lo perdí una vez yo me sentí lo
suficientemente segur para poder realizarlo por mí misma, sin ayuda de nadie y
practicando en la cama de mi habitación sin que mi madre me viera.
Poca a poco, se nos fue introduciendo en
diferentes modalidades de juegos deportivos o juegos de equipo regidos por una
serie de reglas. Incluso recuerdo mi gran entusiasmo al realizar actividades de
resistencia y no con las que tenían que ver con saltar el potro, hacer la “estrella lateral”…como bien se puede
observar me gustaba tener los pies bien puestos en la tierra.
Con el
paso de los años fue mejorando mi interés por el deporte y aunque haya perdido
el miedo ante cualquier actividad y lo practique de manera habitual, sigo
manteniendo mis gustos. Mi recuerdo por
esos malos momentos han tenido trascendencia en el presente y no soporto que me
agarren de los tobillos y me levanten las piernas.
Como
reflexión propia, me gustaría decir que debemos tener en cuenta el nivel
madurativo de cada niño en cualquiera de las áreas que trabajemos. Los niños
deben ir descubriendo su propio cuerpo así como sus posibilidades, es por ello
por lo que no debemos medir a todos con el mismo patrón ni “obligarles” a
realizar actividades de las cuales no se muestren seguros.
MARTA PLANELLS
ALMENDROS
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